Alice
Herz-Sommer fue una de las miles de personas que sufrió el holocausto en un
campo de concentración nazi. Su talento para la música la salvó de una muerte
segura. Las notas que salían de su piano amenizaban los ratos de ocio de los
verdugos de Theresienstadt donde ella y los suyos fueron trasladados por
sus orígenes judíos. A pesar de haber vivido y sufrido buena parte del odio que
arrasó Europa a lo largo del siglo XX, Alice fue una mujer positiva que intentó
siempre ver el lado bueno de la vida. Una vida que para ella fue larga, pues
vivió hasta los 110 años de edad, convirtiéndose en la superviviente más
longeva de los campos de exterminio de la Segunda Guerra Mundial.
Alice
Herz-Sommer nació el 26 de noviembre de 1903 en Praga, entonces territorio del
Imperio Austro-Húngaro. Alice pertenecía a una familia de origen judío. Su
padre, Friedrich, era comerciante, y su madre, Sofie, era una mujer culta que
organizaba a menudo reuniones culturales en su casa donde se reunían
escritores, pensadores y artistas de la talla de Kafka o Mahler.
Alice, que
tenía una hermana gemela y dos hermanos, creció en ese ambiente en el que la
cultura y el arte se respiraba como algo natural en su propio hogar.
La pequeña
Alice empezó a acercarse al mundo de la música de la mano de una de sus
hermanas y del pianista Artur Schnabel. Su temprana pasión por el piano la
llevaron a cursar estudios oficiales en el Conservatorio Alemán de Música de
Praga.
En 1931
Alice Herz se casó con Leopold Sommer, un músico con el que compartió la pasión
por este arte hasta el fin de sus días juntos. La pareja, que tendrían
solamente un hijo en común, Raphael, se ganaba la vida dando conciertos por
toda Europa.
Pero la
felicidad de Alice y Leopold se vio tristemente truncada con la llegada de los
nazis al poder y sus leyes opresoras contras los judíos a los que se les
prohibió dar conciertos en público o enseñar a estudiantes que no fueran
judíos.
Muchos
miembros de su familia decidieron emigrar a Palestina tras la invasión nazi de
Checoslovaquia. Pero en aquel tiempo Sofía, la madre de Alice, estaba enferma y
no quiso dejarla sola. Así, los Sommer sufrieron la ira de las tropas alemanas
y en 1943 fueron trasladados como muchos otros judíos al campo de concentración
de Theresienstadt. Alice, como muchos otros prisioneros que sabían tocar
algún instrumento, fueron obligados a tocar para los nazis y para los miembros
de la Cruz Roja que visitaban los campos para cerciorarse de que allí no
sucedía nada malo.
Su marido
falleció de tifus en Dachau en 1944 poco tiempo antes de la liberación del
campo. Alice y su hijo, pudieron sobrevivir y ver la liberación
de Theresienstadt por los rusos en 1945.
Alice y su
hijo intentaron volver a empezar después de su vida en un campo de
concentración, primero en Praga y después en Israel, donde pudieron reencontrarse
con parte de su familia.
Durante unos
cuarenta años, Alice tuvo una vida tranquila en Israel como profesora de música
y concertista.
Alice
terminó su vida en Londres, donde emigró en 1986 siguiendo los pasos de su
hijo Raphael, al que sobrevivió.
Hasta el
final de sus días, Alice no dejó nunca de tocar el piano, pues para ella la
música fue una poderosa manera de sobrevivir y llegar a ser feliz a pesar de
haber vivido experiencias tan terribles como el holocausto judío.
El pasado 23
de Febrero de 2014 murió Alice.
A esta mujer no se le a reconocido mucho aunque sobrevivió a un holocausto en un
campo de concentración nazi. Ha vivido muchos años y ha sido una pianista la que le encantaba la música.
Este es mi trabajo de ciudadanía.
¡Muy bien Marta! Me ha gustado mucho la historia de Alice, no la conocía y es muy interesante. ¡Felicidades!
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